Uno de las plegarias más típicas de este tiempo la constituye el salmo 84, del cual transcribimos a continuación un fragmento:
¡Manifiéstanos, Señor, tu misericordia
y danos tu salvación!
Voy a proclamar lo que dice el Señor:
el Señor promete la paz,
la paz para su pueblo y sus amigos,
y para los que se convierten de corazón.
Su salvación está muy cerca de sus fieles,
y la Gloria habitará en nuestra tierra.
El Amor y la Verdad se encontrarán,
la Justicia y la Paz se abrazarán;
la Verdad brotará de la tierra
y la Justicia mirará desde el cielo.
El fragmento en negrita ("La Verdad brotará de la tierra"), constituye la inspiración del lema episcopal de monseñor Oscar Sarlinga, Obispo de Zárate-Campana, sobre cuyo escudo volveremos hoy.
En la entrada del 6 de julio ya nos referimos al hermoso blasón episcopal de monseñor Sarlinga, y relatamos que nos habíamos puesto en contacto con la delegación de comunicación institucional de su diócesis, por lo que -decíamos entonces- "quizás pronto podamos ampliar la información acerca de este bonito escudo".
En el mes de septiembre, muy amablemente, el padre Joaquín Ocampo Álvarez, Secretario Canciller de la diócesis de Zárate-Campana, a nombre de la Secretaría de Comunicación Institucional del Obispado, nos hizo llegar la información que compartiremos enseguida y alguna de las imágenes que se verán a lo largo de esta entrada. En lo que sigue, transcribiremos en cursiva y entre comillas dobles ( « » ) las partes que copiemos en forma textual (salvo alguna evidente errata meramente material) de la información que nos fuera remitida por la mencionada Secretaría del Obispado de Zárate-Campana.
Comenzaremos, pues, con el lema episcopal, "Veritas de terra".
El lema está tomado del Salmo 85 (Salmo 84, 12 de la Vulgata), que dice: “Veritas de terra orta est et iustitia de caelo prospexit”, es decir, “la Verdad brotará de la tierra y la Justicia mirará desde el cielo”.
Detalle del púlpito de la Catedral de Milán: "Veritas de terra orta est" |
«El núcleo del lema episcopal es “veritas”, del hebreo “'emet”». La palabra "emet", que se traduce por “veritas”, «significa “verdad” o “fidelidad”, o incluso “justicia”. En efecto, el término hebreo verdad, 'emet, deriva de la misma raíz que el término que designa la fe, 'emunah, mientras que la raíz 'mn significa estar firme, sólido, por gracia de Dios. 'Emunah expresa primariamente lo firme, lo que se mantiene, y en el sentido de las relaciones humanas vendría a significar fidelidad, lealtad, confianza, rectitud o sinceridad.
Igualmente, en la Biblia, las personas en que se puede confiar son calificadas de 'emet: “Puse al frente de Jerusalén a mi hermano Janaí y a Jananías, jefe de la ciudadela, porque era un hombre fiel ('emet) y temeroso de Dios como pocos” (Neh 7,2)».
El hombre caracterizado por la “'emet” «profiere palabras de verdad y fidelidad, como lo dice el libro del Apocalipsis»: “et dixit mihi haec ‘verba fidelissima’ et vera sunt et Dominus Deus spirituum prophetarum misit angelum suum ostendere servis suis quae oportet fieri cito”, que significa: “Me dijo: ‘Estas palabras son verdaderas y dignas de crédito. El Señor Dios que inspira a los profetas envió a su mensajero para mostrar a sus servidores lo que tiene que suceder pronto’” (Apoc 22, 6).
«Por excelencia, la “veritas” que germina de la tierra, es el mismo Jesús. De la tierra brota "la verdad de las cosas", la ley natural que Dios mismo puso en su creación y también brota la Verdad por excelencia, el mismo Jesucristo, nacido de María Virgen».
Pasamos ahora a considerar los campos mismos del escudo.
«En el campo superior del escudo, de azur lapislázuli, campea la estrella argéntea de cinco puntas. El lapislázuli, “fidelidad para siempre”, como es conocido en heráldica, simboliza también las cualidades de justicia, obediencia, lealtad, piedad y prudencia, con la obligación al servicio por el bien común. Este simbolismo le era atribuido desde muy antiguo. Los reyes de Francia de los siglos XII-XIII fueron los primeros en poner en sus vestimentas y representaciones simbólicas el azul lapislázuli, con tintura extraída del polvo de esta piedra, que acabó pasando a la cultura y pintura de los siglos posteriores.
La estrella argéntea de cinco puntas representa la estrella de Bethlehem, y también la Santísima Virgen María, como Estrella de la Evangelización, como plena realización de la Promesa hecha a nuestros Padres: una estrella surgirá de Jacob (Cf Num 24, 17). El plateado refiere a la grandeza que ha de provenir de la humildad, a la verdad, la luz, majestad y paz en la justicia, y simboliza también la prudencia».
«En el campo inferior, de plata, destaca el cardo, antiguo emblema heráldico del dolor y el sufrimiento. En las antiguas pictografías medievales, se solía representar un cardo, o un espino, o un acanto, a los pies de la Cruz del Señor, cual símbolo de su sufrimiento redentor. Sus espinas evocan también la Corona de Jesucristo, la única firme». Esta firmeza remite a la raíz hebrea 'mn, que da origen a emet, como ya vimos.
La Cruz de la Basílica de San Clemente en Roma con el acanto espinoso a los pies |
Detalle del mismo mosaico: el acanto espinoso a los pies de la Cruz |
«El cardo, a la vez, pese a ser una imagen heráldica de origen europeo, en cierto modo se ha transformado en símbolo de las tierras argentinas, cual paradigmático de su fertilidad. De hecho, las tierras más fértiles y feraces de las pampas son las que producen naturalmente los cardos más vigorosos. El color de su hermosísima flor, de un morado intenso como pocas veces aparece en la naturaleza, es propio del episcopado y posee sentido penitencial.
Representaciones de cardos en una "rastra" criolla |
En la arquitectura, las hojas de cardo han sido reproducidas en el estilo gótico, sobre todo a partir del siglo XV, en los tímpanos de las iglesias, en los capiteles, y se la descubre en muy numerosos edificios religiosos de la época del gótico flamígero».
Cardo, símbolo de la Pasión de Cristo, emblema de Mons. Oscar Sarlinga. «Es la figura standard de plata esmaltada que suele colocarse en las iglesias consagradas o inauguradas por S.E. Mons. Oscar Sarlinga»
«Sobre el cardo se ciernen tres abejas en oro, símbolo del gobierno pastoral en la comunidad unida. En la antigua iconografía cristiana las abejas ostentaban el significado de la inmortalidad y la resurrección.
En la tradición cristiana, la abeja era en cierto sentido el emblema de Cristo, por su perdón (simbolizado en la dulzura de la miel), con su justicia (significada por el aguijón), así como representaba las virtudes cristianas de la piedad (pietas) y la dedicación al bien común, como expresa San Juan Crisóstomo cuando refiere que “(…) la abeja recibe más honor que los otros animales, no sólo porque labora, sino porque labora para los demás” (Homilía decimosegunda).
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Conocido es también el significado eclesiológico del colmenar, y el valor espiritual atribuido a la miel del panal, por la mentada clemencia, así como la dulzura de la predicación en el amor por la evangelización, como fueron caracterizados San Ambrosio de Milán y a San Bernardo de Claraval». (Ambos Doctores de la Iglesia son llamados con el apelativo "melifluo").
San Bernardo de Claraval, "Doctor Mellifluus", "Doctor Melifluo" |
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