Rostro de San José con los frutos en iglesia catedral de Campana |
Es un acto de confianza y de entrega a nuestro compatrono, San José,
contando con la sagrada imagen en la que le da frutos al Niño Jesús,
rogando su protección y patrocinio sobre todos nosotros, sobre toda la
pastoral de la diócesis, y en especial la juventud, y el eje pastoral de
la comunión (koinonía) y misionariedad (particularmente por la “Misión
Joven” anual, la cual este año se realiza en Exaltación de la Cruz).
Junto a la histórica imagen de Nuestra Señora de Luján, que acompañó a
los jóvenes en la primera misión que se realizó en la diócesis, en 1979,
los jóvenes quieren ver este gesto en sintonía con el Año de la Fe, del
cual han tratado en:
Allí destacan que el Año de la Fe fue inaugurado a los 50 años de la
apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II, en el marco del Sínodo
sobre la Nueva Evangelización. Es un año para centrar de manera especial
nuestra vida en Jesús, quien "inicia y completa nuestra fe" (Hb 12, 2),
al dar cumplimiento a las Escrituras y ser su intérprete definitivo.
Jesucristo, consagrado por el Padre en el Espíritu Santo, es el
verdadero y perenne protagonista de la evangelización: "El Espíritu del
Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar
a los pobres" (Lc 4, 18). Esta misión de Cristo, este dinamismo suyo
continúa en el espacio y en el tiempo, atraviesa los siglos y los
continentes. Es un movimiento que parte del Padre y, con la fuerza del
Espíritu, lleva la buena noticia a los pobres en sentido material y
espiritual.
La Iglesia es el instrumento principal y necesario de esta obra de
Cristo, porque está unida a Él como el cuerpo a la cabeza. "Como el
Padre me ha enviado, así también os envío yo" (Jn 20, 21). Así dice el
Resucitado a los discípulos, y soplando sobre ellos, añade: "Recibid el
Espíritu Santo" (v. 22). Dios por medio de Jesucristo es el principal
artífice de la evangelización del mundo; pero Cristo mismo ha querido
transmitir a la Iglesia su misión, y lo ha hecho y lo sigue haciendo
hasta el final de los tiempos infundiendo el Espíritu Santo en los
discípulos, aquel mismo Espíritu que se posó sobre él y permaneció en él
durante toda su vida terrena, dándole la fuerza de "proclamar a los
cautivos la libertad, y a los ciegos la vista"; de "poner en libertad a
los oprimidos" y de "proclamar el año de gracia del Señor" (Lc 4,
18-19).
Que María, nuestra Madre, nos ayude a poner en práctica la exhortación
del apóstol Pablo: “La palabra de Cristo habite entre vosotros en toda
su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; corregíos
mutuamente… Todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en
nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él” (Col
3, 16-17). Amén.
Acto de confianza y entrega a San José
Encomendamos al glorioso Patriarca San José nuestras familias, toda la
pastoral de nuestra diócesis, en especial la juventud, y nuestro
propósito de comunión y missionariedad
ORACIÓN A SAN JOSÉ
San José, Patriarca justo y bueno, Esposo de María Santísima, te invocamos con renovado amor y fe en tu vocación e intercesión.
Tú, hijo de David, que con tu “nombre nuevo”, eres por excelencia aquél “al que Dios engrandece”, Yôsef (יוסף), porque el Altísimo Todopoderoso te eligió, en su Verbo, para “aumentar y engrandecer su familia” (Cf
Génesis 30,22-24), el Israel de Dios, la Iglesia, y para eso te hizo
custodio de Jesús, Verbo hecho hombre, el Salvador, concebido en María
por obra del Espíritu Santo.
Tú eres el modelo de los humildes (anawin), de "aquellos que el
cristianismo eleva a grandes destinos". Tú,el protector de Cristo cuando
entra en este mundo, el protector de la Virgen María, de la Sagrada
Familia, el protector de la Iglesia esparcida hacia todos los confines
del orbe, el protector de quienes trabajan, en síntesis, el protector de
todo lo recto y bueno que hay en el género humano.
Por eso te pedimos, bondadoso padre, que nos des los bíblicos frutos de
tu amor purísimo, como los que diste a Jesús, cuando era Niño y
adolescente, a Él, a quien cuidaste mientras “crecía” en su ser y misión
de “Siervo doliente de Yahweh” y Sumo y Eterno Sacerdote de la Nueva Alianza.
Danos a nosotros el tesoro de confiar, el don de la confianza en Dios,
de la confianza sin reservas en el poder salvador del Señor del
universo, para ser felices, en su voluntad (Cf Salmo 84, 13), para
aceptarlo todo, incluso la passión, con el espíritu filial como el que
Tú mantuviste en el misterio de la huida a Egipto.
Protégenos siempre del maligno, del mal en todas sus formas, y de todas
las consecuencias del pecado personal, que penetra en las humanas
estructuras, y que nuestra inteligencia ni llega a mensurar.
Cuídanos, San José, Heredero de la Nueva Alianza, Varón Justo, Dócil a
la voz de Dios, Peregrino esperanzado, protector de las familias, del
Romano Pontífice, de todos nosotros, la familia de Dios, que es la
Iglesia.
Amén
+Oscar Sarlinga, Obispo de Zárate-Campana
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