martes, 30 de agosto de 2011

Una multitud participó de la inauguración de la restaurada iglesia co-catedral de Escobar, en ceremonia presidida por el Nuncio Apostólico

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CONSAGRACIÓN DEL ALTAR, BENDICIÓN DE LA CÁTEDRA EPISCOPAL E INAUGURACIÓN DE LA IGLESIA CO-CATEDRAL DE LA NATIVIDAD DEL SEÑOR

Incluyó, al final, la bendición de la estatua del beato Juan Pablo II, que será destinada a una nueva iglesia en Campana, en un barrio de trabajadores

Una multitud de fieles de la diócesis de Zárate-Campana participó de la ceremonia de consagración del altar, bendición de la sede episcopal e inauguración luego del fin de la restauración de la iglesia co-catedral de la diócesis de Zárate-Campana, en Belén de Escobar. La iglesia fue declarada co-catedral por el Papa Benedicto XVI en el año 2008, y el proceso de restauración, que tuvo tres etapas, comenzó en 2009, habiendo culminado en agosto de este año, razón por la cual el sábado 27 de agosto se tuvo la celebración solemne, presidida por el Nuncio Apostólico de Su Santidad, Mons. Adriano Bernardini, y concelebrada por el Obispo diocesano, Mons. Oscar Sarlinga, y por Mons. Héctor Aguer, quien como metropolita de la Provincia eclesiástica de La Plata -de la cual Zárate-Campana forma parte- se hizo presente en el evento. Concelebraron 50 sacerdotes, asistieron numerosos diáconos, gran parte del Seminario "San Pedro y San Pablo" y sobre todo, como se ha dicho, muy numerosos fieles laicos, con religiosos, religiosas, en especial provenientes del mismo Belén de Escobar, de Ing. Maschwitz, de Campana, de Zárate, de Baradero y de Pilar. Autoridades nacionales, provinciales y municipales se hicieron presentes, tales como el Secretario de culto de la Nación, Emb. Guillermo Olivieri, los intendentes de Escobar, Pilar y Zárate, funcionarios de ministerios y del poder ejecutivo, legislativo y judicial de distintas regiones de la diócesis, y representantes de fundaciones que han colaborado con las obras de restauración, tanto de la provincia de Buenos Aires, como de las fundaciónes Sapientia, Argentino-Polaca y Pérez Companc. El obispo Mons. Sarlinga agradeció mucho la colaboración de todos, y en especial de aquellos que dieron incluso de lo que les hacía falta ("como la ofrenda de la viuda, del Evangelio, dijo") y también de quienes siguieron colaborando con las obras sociales del Obispado, de las cuales siempre se quiso que prosiguieran y se acrecentaran y fueran de par con la provisión de templos, casas parroquiales, salones pastorales y sedes de Caritas, así como obras educativas promocionales,  en toda la diócesis. El Sr. Nuncio tuvo una brillante homilía centrada en el Evangelio, "Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia", y destacó la misión del Papa como sucesor de Pedro, y cómo las puertas del mal no prevalecerían contra la Iglesia, pese a las persecuciones que, de un modo u otro, ha sufrido y sufre a lo largo de la historia humana.

Al término de la oración post-comunión, el Obispo diocesano Mons. Oscar Sarlinga tomó la palabra. Luego de saludar a las autoridades presentes y a los miembros representantivos de instituciones y colectividades (tales como el Emb. Guillermo Olivieri, Secretario de Culto de la Nación, los Sres. Intendentes de Escobar, Pilar y Zárate, el representante de la Sra. Intendente de Campana, el subsecretario de educación de la Provincia de Buenos Aires, el director general de enseñanza privada, el representante del ministro de Agricultura, Pesca y Ganadería de la nación, el director de Aica, Sr. Miguel Woites y familia, los miembros de la asociación Sapientia, el presidente de la fundación Casa Argentina en Israel-Tierra Santa, miembros de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial de los distintos partidos civiles y distritos, miembros de las fuerzas de seguridad, el presidente de la fiesta nacional de la flor, autoridades educativas, de bomberos voluntarios, y de las colectividades italiana, portuguesa, boliviana) y a los muy numerosos sacerdotes, diáconos, seminaristas, religiosos, religiosas, el Obispo diocesano Mons. Oscar Sarlinga tuvo estas palabras:

Queridos amigos, hermanos, y hermanas, dirijo un afectuoso saludo a todos ustedes, y en especial al Sr. Nuncio Apostólico, Mons. Adriano Bernardini (a quien a continuación me referiré) y a nuestro hermano Mons. Héctor Aguer, quien en tanto arzobispo metropolita de esta Provincia eclesiástica de La Plata, de la que forma parte nuestra diócesis de Zárate-Campana, ha querido estar presente en esta celebración, y a quien agradecemos su pastoral gentileza y solicitud.

Todos sabemos que el rango de iglesia cocatedral (o concatedral, como también se dice en nuestra lengua castellana) fue concedido por el Santo Padre Benedicto XVI en el año 2008 (año, por lo demás, en que el templo cumplía 100 años), y que enseguida comenzaron las necesarias obras de restauración, que han finalizado con una entera reestructuración, que ha incluido también toda el área presbiteral. Sabemos también que el título de parte del Vaticano dispone que “(…) el mencionado templo de la Natividad del Señor en Belén de Escobar, sea honrado con el título y excelencia de iglesia concatedral, con todos los derechos, honores, privilegios y asimismo las cargas y obligaciones que son propios de este tipo de iglesias”. Como hemos expresado en la reciente “Carta pastoral”, más que una declaración jurídica (que también lo es), una iglesia con rango de catedral (que comparte con Santa Florentina, en Campana, la catedral primigenia y primera) ha de “hacer brillar la luz de Cristo” principalmente en la liturgia y en la caridad. 

I. Catedral en la fe y en la liturgia


Juntamente con el Obispo y con el Papa, anuncian y profesan la fe en el Hijo de Dios, y sobre esta fe basan ustedes toda su vida personal, familiar y profesional. De este modo, participan en el Reino de Dios. En efecto, Cristo dijo a Pedro: “A ti te daré las llaves del Reino de los cielos, y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos” (mt 16,19)1.

PALABRAS FINALES DE MONS. OSCAR SARLINGA EL DÍA DE LA CONSAGRACIÓN DE LA IGLESIA CO-CATEDRAL DE LA NATIVIDAD DEL SEÑOR

Luego de saludar a las autoridades presentes y a los miembros representantivos de instituciones y colectividades (tales como el Emb. Guillermo Olivieri, Secretario de Culto de la Nación, los Sres. Intendentes de Escobar, Pilar y Zárate, el representante de la Sra. Intendente de Campana, el subsecretario de educación de la Provincia de Buenos Aires, el director general de enseñanza privada, el representante del ministro de Agricultura, Pesca y Ganadería de la nación, el director de Aica, Sr. Miguel Woites y familia, los miembros de la asociación Sapientia, el presidente de la fundación Casa Argentina en Israel-Tierra Santa, miembros de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial de los distintos partidos civiles y distritos, miembros de las fuerzas de seguridad, el presidente de la fiesta nacional de la flor, autoridades educativas, de bomberos voluntarios, y de las colectividades italiana, portuguesa, boliviana) y a los muy numerosos sacerdotes, diáconos, seminaristas, religiosos, religiosas, el Obispo diocesano Mons. Oscar Sarlinga tuvo estas palabras:

Queridos amigos, hermanos, y hermanas, dirijo un afectuoso saludo a todos ustedes, y en especial al Sr. Nuncio Apostólico, Mons. Adriano Bernardini (a quien a continuación me referiré) y a nuestro hermano Mons. Héctor Aguer, quien en tanto arzobispo metropolita de esta Provincia eclesiástica de La Plata, de la que forma parte nuestra diócesis de Zárate-Campana, ha querido estar presente en esta celebración, y a quien agradecemos su pastoral gentileza y solicitud.

Todos sabemos que el rango de iglesia cocatedral (o concatedral, como también se dice en nuestra lengua castellana) fue concedido por el Santo Padre Benedicto XVI en el año 2008 (año, por lo demás, en que el templo cumplía 100 años), y que enseguida comenzaron las necesarias obras de restauración, que han finalizado con una entera reestructuración, que ha incluido también toda el área presbiteral. Sabemos también que el título de parte del Vaticano dispone que “(…) el mencionado templo de la Natividad del Señor en Belén de Escobar, sea honrado con el título y excelencia de iglesia concatedral, con todos los derechos, honores, privilegios y asimismo las cargas y obligaciones que son propios de este tipo de iglesias”. Como hemos expresado en la reciente “Carta pastoral”, más que una declaración jurídica (que también lo es), una iglesia con rango de catedral (que comparte con Santa Florentina, en Campana, la catedral primigenia y primera) ha de “hacer brillar la luz de Cristo” principalmente en la liturgia y en la caridad. 

I. Catedral en la fe y en la liturgia

Juntamente con el Obispo y con el Papa, anuncian y profesan la fe en el Hijo de Dios, y sobre esta fe basan ustedes toda su vida personal, familiar y profesional. De este modo, participan en el Reino de Dios. En efecto, Cristo dijo a Pedro: “A ti te daré las llaves del Reino de los cielos, y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos” (mt 16,19)1.

Es la ocasión de dar gracias, gracias porque aquí, en esta iglesia concatedral el Corazón de Jesús recibió nuestra consagración como diócesis, gracias por el camino recorrido desde su creación por parte del Papa Pablo VI, hoy, en su trigésimo aniversario. Como toda realidad en su dimensión humana, hay luces y sombras, pero hemos visto la obra poderosa del brazo del Señor, en la fe, la esperanza y la caridad que se han manifestado, en la comunión eclesial orgánica, en el estado permanente de misión, en las misiones de jóvenes, en la Liturgia, la catequesis, la Caritas, la atención a los más necesitados, en la acción de Justicia y Paz, en la educación católica, y en las vocaciones específicas de la vida cristiana, sin dejar de mencionar, con inmensa alegría y cual signo de la bendición de Dios, el aumento y perseverancia de las vocaciones sacerdotales, que ha llevado a la reapertura del Seminario “San Pedro y San Pablo”. De todo ello ha de ser un signo elocuente una iglesia con el rango de “catedral”.

II. Catedral en la “nueva imaginación de la caridad”, en un nuevo estilo de vida, en una vida renovada con el fermento del cristianismo misionero

La catedral, precisamente por ser sede del obispo, “que preside en la caridad”, y por consiguiente “es el primer servidor”, ha de ser un foco de amor, de caridad ardiente, que se manifieste en vida, y vida en abundancia, pues la comunión eclesial es comunión de vida, de caridad y de verdad2. Esto ha de establecer un nuevo modo de relación entre los seres humanos, que se hermanan, en tanto ello manifiesta la naturaleza sacramental de la Iglesia. Sin esa “perenne novedad” del Espíritu, los seres humanos arriesgamos el convertirnos en “infelices creaturas”, en lugar de “renovadas creaturas” con la gracia del Espíritu, y de tal modo la comunidad eclesial dejaría de brillar como “casa y escuela de comunión”, que es lo que quiso para nosotros el beato Papa Juan Pablo II como herencia del Jubileo del Año 20003. La catedral ha de ser también un centro de misión, para lo cual todos los fieles han de colaborar, como nos refiere el Concilio Vaticano II respecto de los Obispos, pues ellos “(…) deben, pues, con todas sus fuerzas proveer a las misiones no sólo de operarios para la mies, sino también de socorros espirituales y materiales, ya sea directamente por sí, ya sea promoviendo la ardiente cooperación de los fieles”4. Cooperación, por otra parte, que es valorada en tanto hecha “con el corazón” (en sentido bíblico) con todo el corazón; eso es dar “todo”, más que lo que sobra o lo superfluo, y eso es dar “mucho”, más que en un sentido cuántico, en sentido totalizante espiritual, como nos lo enseñó una vez el obispo San Agustín, así lo hemos de interpretar: “Quien da todo, da mucho, aunque sea poco, quien no da todo, da poco, aunque sea mucho”. Es la ocasión, pues, de agradecer, tanto a quien dio mucho, como lo que pudo, y especialísimamente a quien dio con el espíritu “de la ofrenda de la pobre viuda” de la que nos habla el Evangelio.

III. El Nuncio Apostólico

Sr. Nuncio Apostólico, Mons. Adriano Bernardini, su presencia como representante del Santo Padre Benedicto XVI nos reafirma en la nota de la apostolicidad de la Iglesia y nos moviliza a querer que el Evangelio se conserve siempre íntegro, con dinamismo misionero. Queremos reafirmar nuestra adhesión al Papa, “cum Petro y sub Pedro” (Cf. Lumen gentium, 23), esto es, con el Sucesor del Apóstol Pedro y bajo su dulce autoridad, que es servicio de comunión para toda la Iglesia.

IV. La reliquia de San Cayetano y la cruz que donamos a esta iglesia concatedral y la insigne cruz de la que hacemos don.


Dotamos también a esta iglesia con una reliquia insigne de San Cayetano, sí, el popular santo tan venerado en nuestro país, como patrono “del pan y del trabajo”. Él era sacerdote, y ya antes, como abogado, actuó en la Roma papal de los tiempos de Julio II. El discernimiento de su vocación más profunda tiene mucho que ver con la Natividad o Navidad. En efecto, ordenado sacerdote el 30 de septiembre , celebró su primera misa en la fiesta de la Epifanía, el 6 de enero de 1517, en el altar del Pesebre, de la Basílica de Santa María la Mayor, donde la Madre de Dios, en la Navidad siguiente, le presentó a su Hijo Divino entre los brazos5. Desde el misterio de la Natividad (que es el título de esta iglesia) San Cayetano recibió la iluminación de su vocación específica, de su misión, que su reliquia sea un haz de luz para nosotros.

El patrono del pan y del trabajo, y de la providencia, nos remite a la oración profunda y a la importancia, desde allí, del trabajar, e incluso del “cinchar”. Este término probablemente no haya sido siquiera escuchado por los más jóvenes. Proviene de “cincha”, o “cincho” (y éste, a la vez, del latín “cingulum”). La cincha es la faja con la que se ata una carga a un animal de tiro, para que a la vez que cargue, avance, cargado, pues ése es el trabajo que se le asigna: “cinchar”. Cinchar lo hemos hecho desde los inicios; cinchar es valioso, cuando la fuerza viene del Espíritu, cuando se da con alegría, con renovado regocijo por hacerlo en y desde la voluntad del Señor. Esto lo redescubriremos cada día en la oración, y, aunque nos acechen las tentaciones del desánimo o del cansancio exhausto, lo redescubriremos en profundizar en cuánta verdad en las palabras de Cristo: “Aprendan de mí” nos dice, Él, el manso y el humilde, pues “mi yugo es suave y mi carga liviana” (Mt 11,30). Asumir su yugo, gastarnos y desgastarnos por su Reino es también un perenne y renovado “sí” al Señor en este hito de la consagración de la cocatedral, aunque nos cueste, aunque tengamos que morir a nosotros mismos. Es cargar la Cruz y seguirlo, hasta su Resurrección.

Hoy también hacemos un don a esta iglesia, esta preciosa cruz, argéntea, del siglo XIX. Coincide, en su época, con los inicios de Escobar como pueblo y luego como ciudad. Ubicada en el altar mayor, nos recordará siempre que somos hijos de la Cruz y la Resurección del Señor, a la vez que, con su particular belleza, nos atraerá a quien es la Belleza en sí, y al Rostro de Cristo, a quien queremos contemplar.

V. Bendición de la estatua del Beato Juan Pablo II

La carta Apostólica “Novo Millenio ineunte” es el documento conclusivo del Año Jubilar. Interpreta la exigencia de una Iglesia que, tras la experiencia espiritual del ingreso al tercer milenio, se siente llamada a “ir mar adentro” según la orden que Jesús dio a Pedro (cf Lc 5,4) afrontando los desafíos pastorales en este mundo que experimenta un cambio epocal. Fue en ese documento donde el Papa Juan Pablo nos llamó a “la nueva imaginación de la caridad”6. Lo queremos hacer con una puesta en práctica de las enseñanzas del Papa Benedicto XVI en su encíclica social “Caritas in veritate”.

También, desde nuestra identidad católica, y abiertos en el amor y el diálogo con otras confesiones cristianas y con otras religiones, con el sentido de “las semillas del Verbo”, queremos también reafirmar como nueva imaginación de la caridad este llamado. La fundación Casa Argentina en Israel-Tierra Santa, cuyo presidente está hoy presente, colabora con nosotros en dicho diálogo interreligioso e intercultural, y pueden ser de ello testigos cualificados pues sus orígenes se remontan a la puesta en la Basílica de Nazareth, en Tierra Santa, del insigne mural de Raúl Soldi, que representa “el hallazgo de la Virgen de Luján”, represenando así, a la vez, el milagro del Luján (que tanto tiene que ver con estas tierras nuestras) y a la Argentina.
VI. La Santísima Virgen, en el misterio de la Natividad, y en su advocación de Nuestra Señora del Buen Ayre

En esta iglesia co-catedral tenemos la gracia de venerar en su capilla lateral, la imagen de Nuestra Señora del Buen Ayre, Patrona de los navegantes, que hemos extendido a los migrantes e itinerantes, en esta ciudad de Escobar, una de las cuales, por excelencia, es ciudad de inmigración, de colectividades. Centenares y centenares de personas vienen a rezar a su camarín, diariamente; los escobarenses que frecuentan el templo pueden ser testigos de ello. No es para menos: María “es causa de salvación para todo el género humano”7; Ella es también Madre de los migrantes, de los que luchan, de los que trabajan, de los que cinchan, de aquellos para los cuales el yugo de Jesús es llevadero y su carga liviana, de los “anawim”, los pobres de Yahweh, para los cuales toda su riqueza es Dios, aquellos para los cuales “sólo Dios” basta, a los que nada los turba, y que claman en el corazón “Mi Dios y mi todo”.

Gracias por todo. Gracias a todos.   


jueves, 25 de agosto de 2011

Encuentro del obispo Mons. Oscar Sarlinga con los diáconos permanentes de la Diócesis

ésta nota puede leerse también en: Padrenuestro.net

En la localidad de Los Cardales (partido de Exaltación de la Cruz)  tuvo lugar el 20 de agosto la primera reunión general en el año del Obispo Mons. Oscar Sarlinga con el conjunto de los diáconos permanentes de la diócesis, que son 10, de los cuales 8 ordenados por Mons. Sarlinga (provenientes de Maquinista Savio, de Garín, de Pilar centro, de Zárate y de Los Cardales), uno por Mons. Rafael Rey, quien presta su servicio en Exaltación de la Cruz  y otro proveniente del Paraguay, el cual desde años que ejerce su apostolado en Ing. Maschwitz.
El Obispo, quien fue acompañado por Mons. Edgardo Galuppo, Mons. Santiago Herrera y Mons. Daniel Ferrari, expuso la especificidad de la vocación al diaconado permanente, y valoró que el crecimiento y profundización en dicha vocación se da, en la diócesis, en plena armonía con la mayor toma de conciencia y el crecimiento de la vocación sacerdotal, y que incluso los diáconos permanentes colaboran activamente con una pastoral vocacional específicamente sacerdotal, con buen fruto y armonía. La escuela de ministerios en la diócesis, que fue renovada en 2006, funciona activamente, a cargo de Mons. Santiago Herrera, quien es también Rector del Seminario (y pro-vicario general). Numerosos sacerdotes de la diócesis colaboran con dicha escuela, tales como el Pbro. Lic. Hugo Acuña, Mons. Marcelo Monteagudo, el Pbro. Lic. Fernando Crevatín, el Pbro. Fernando Fusari y el Pbro. Mauricio Aracena. La próxima reunión del Obispo con los diáconos tendrá lugar con sus esposas y familias, en el mes de noviembre. Se destacó también en dicha reunión la referencia que el Plan diocesano de Pastoral realiza acerca de esta vocación específica, ya en las líneas fundamentales que traza en la Introducción, a saber: "Introducción", n. 3; Líneas fundamentales y generales a tener en cuenta para vivir efectivamente en la caridad pastoral de la Iglesia, punto "k": La promoción auténtica y responsable del diaconado permanente, sigue teniendo vigencia, a partir de la consideración del Plan para la formación de la Santa Sede, lo cual significa un perfil pastoral de dichos diáconos, y luego, más precisamente aún, en el capítulo III, n. 11, cuando trata de "Algunas orientaciones para el diaconado permanente", cuando afirma:
"En la diócesis, la escuela de formación de ministerios y de candidatos al diaconado permanente tiene a su cargo la formación de los candidatos, los cuales para integrarla han de haber sido presentados por un cura párroco, el de la jurisdicción, o el del ámbito de su tarea pastoral", con orientaciones concretas, que son las que siguen:
a. Factor indispensable en la formación del futuro diácono será el recíproco aporte entre éste y la comunidad. Es decir, que el candidato madure su formación actuando en la comunidad y ésta también contribuya a formarlo. Además, los métodos de formación habrán de tener en cuenta la psicología del adulto, excluyendo todo tipo de formación masiva y utilizando los métodos activos.
b. La primera preocupación de los responsables en la formación de los futuros diáconos, ha de ser la de capacitarlos para crear nuevas comunidades cristianas o alentar las existentes, a fin de que el Misterio de la Iglesia pueda realizarse en ellas con mayor plenitud, y esto en el ámbito de la Liturgia, la difusión de la Palabra (con Catequesis incluida) y la Caridad institucionalizada.
c. En vista de lo anterior, es necesario suscitar en los candidatos una espiritualidad diaconal propia, que en los casados se debe conjugar con una auténtica espiritualidad conyugal.
d. Dada la diversidad de tareas en que habrá de ejercerse el ministerio diaconal será necesario que la formación intelectual sea a la vez adecuada a las funciones que han de cumplir y al nivel cultural del ambiente.
e. De acuerdo con las condiciones de la Iglesia en la formación del diácono se cuidará también de capacitarlo en orden a una acción efectiva en los campos de la evangelización y del desarrollo integral.
Ya días antes, el sábado 13 de agosto, Mons. Oscar Sarlinga había tenido la mañana entera junto con los miembros de la escuela de ministerios, entre los cuales los candidatos al diaconado permanente, con diversos temas de la "ratio" de la Santa Sede, así como la explicación teológica y pastoral de la identidad propia del diácono permanente a la luz de los "tria munera" del sacerdocio de Cristo, desde la perspectiva del sacerdocio común de los fieles, la precisión acerca del carácter ordenado, de la incardinación, de la adscripción a parroquia, sector pastoral o asociación de fieles o incluso movimiento, en las condiciones en que lo acepta la Iglesia, y también distintos temas canónicos sobre la Iglesia particular y el apostolado diaconal, en particular el de la Palabra, la Liturgia en general, la caridad institucionalizada y diversos órdenes de "la consagración del mundo". Explicó también Mons. Sarlinga las últimas enseñanzas del Papa Benedicto XVI con relación a los diáconos permanentes.

viernes, 19 de agosto de 2011

Carta pastoral de Mons. Oscar Sarlinga con motivo del XXXV aniversario de creación de la diócesis de Zárate-Campana

 Sábado 6 de agosto, en la Transfiguración del Señor

Queridos hermanos y hermanas
Les pido hoy que escuchemos lo que nos dice el Padre a través del Espíritu, como en la Transfiguración, una vez que la nube los cubrió con su sombra, cuando en presencia del Señor transfigurado, en presencia de Moisés y de Elías, los apóstoles oyeron la voz del Padre que dijo “este es mi Hijo muy querido, escúchenlo” (Cf Mt 17,5). En nuestro caminar en la fe, queremos escuchar lo que el Espíritu dice a la Iglesia, también a nuestra Iglesia particular, nuestra Iglesia diocesana. Les pido también, paciencia y misericordia, aplicadas a la lectura de ésta.
En este XXXV aniversario se hace más y más necesario el fortalecer la comunión orgánica en nuestra Iglesia particular a fines de recibir un impulso nuevo, capaz de crear tiempos nuevos de evangelización, en una Iglesia que quiere arraigarse todavía más en la fuerza profética y poder perennes de Pentecostés, procurando ser cada día más como «un solo corazón y una sola alma» (Hech. 4, 32), pues tenemos por delante la apasionante tarea de hacer renacer el celo evangelizador, en el horizonte exigente y comprometido de la pastoral ordinaria.  De esta misión religiosa“brotan tareas, luz y fuerzas que pueden contribuir a construir y consolidar la comunidad de los hombres según la Ley divina”[1]

I
La Iglesia-comunión en la actual diócesis de Zárate-Campana, que comenzó en el siglo XVII
Nuestra diócesis de Zárate-Campana cumple en este 2011 sus XXXV años desde su creación, el 21 de Abril de 1976, por parte de Su Santidad Pablo VI, con territorio desmembrado de la entonces diócesis de San Isidro y de la diócesis de San Nicolás. Como diócesis, como circunscripción eclesiástica, es “joven”, en cambio, presencia y como corriente de evangelización y misión, e incluso de organización civil, data de siglos;  una de sus parroquias, Santiago del Baradero, es la más antigua de la provincia de Buenos Aires (de 1615, “curato de indios”, en el lenguaje de la época, curato del pueblo originario que allí poblaba, y donde se hablaba guaraní, lengua defendida y sistematizada por Fray Luis Bolaños, cura de Baradero) y otra de ellas, San Antonio de Areco (de 1730, es de las primeras erigidas como curato en la actual provincia civil, y no menor lo es Nuestra Señora del Pilar, en el actual Pilar, y Exaltación de la Cruz).
Nuestra Patrona, otorgada por el mismo Papa Pablo VI, es la Virgen de Luján, de la cual éstas son sus tierras. Es la misma Virgen María, en la advocación en la cual es Patrona de la Argentina, la Virgen Madre de la Iglesia, porque “Madre de Cristo y de todos los miembros de Él”[2], como enseñó San Agustín, y Madre de todos nosotros, de los cuales el Señor Jesús se dignó ser “padre y hermano”[3]. La Virgen de Luján nos ha sanado, nos ha  hermanado desde el inicio de nuestra diócesis, y de ello es testigo la extraordinaria e ininterrumpida peregrinación del Pueblo de Dios a su Santuario en Luján, que corre como un río de vida fluyente y sanante a lo largo de nuestra diócesis, en el mes de noviembre, y esto desde su creación hasta ahora.
Con la erección de la diócesis, el 21 de abril, al mismo tiempo nombró el primer Obispo, Mons. Alfredo Mario Espósito Castro, quien fuera consagrado poco después, el 4 de julio de 1976; Pastor dedicado, querido por su pueblo.  Como épocas, como tiempos, fueron difíciles para nuestro país, se produjo mucho dolor y desolación; desconcierto, desgarro. La esperanza, “el realismo de la esperanza” (regado por el sufrimiento de muchos) abrió también sendas que permitieron caminar, avanzar, en medio de las pruebas.
Hoy, en 2011, un aniversario, cualquier “aniversario” no deja de ser una fecha convencional (tanto más un aniversario “35” que no simboliza ni “bodas de plata” ni “bodas de oro”), pero no por ello menos significativa, y tanto más significativa será si la miramos a través del Rostro de Jesús, de su mirada de Amor. Esta mirada, que es de fe, nos ayudará a ver con ojos de justicia (“que mira desde el Cielo; cfPs. 85) y de misericordia (la que triunfa sobre el juicio).
En las palabras inaugurales el día de la toma de posesión de la diócesis, el 18 de febrero de 2006, quien habla expresó que "(…) todo plan de vida cristiana y también todo proyecto pastoral y evangelizador han de partir de la contemplación del Rostro de Jesús y de la conversión del corazón, para así obrar una misión evangelizadora que llegue a todos sin excepción, preferencialmente a la ‘oveja perdida’ de la que habla el Evangelio", y me refería entonces, "a una acción evangelizadora que trasunte amor por la Verdad, inmenso afecto por todos los seres humanos, con apertura, respeto y convicción espiritual".[4]    Si me permiten un sinceramiento personal, siempre he creído muy profundamente en el misterio de la Iglesia como comunión, en sus imágenes y notas esenciales que la definen, y que revelan que en su dimensión más íntima, ella, la Iglesia, es ese “misterio de comunión”, sobre todo con la Trinidad[5]. Y esa comunión, que es “jerárquica” lo es en sentido teológico y no sociológico, porque, como enseña el Concilio Vaticano II, “los fieles, unidos al Obispo, tienen acceso a Dios Padre por medio del Hijo, Verbo encarnado, muerto y glorificado, en la efusión del Espíritu Santo, y entran en comunión con la Santísima Trinidad”[6]. La comunión,  en efecto, expresa también la realidad de la Iglesia particular.
En el recuerdo este año de la  creación de la diócesis y de la ordenación del primer Obispo, hacemos también un acto de fe en la Palabra de Dios, que nos afirma en el libro del Apocalipsis que los muros de la nueva Jerusalén “se asientan sobre doce piedras, que llevan los nombres de los doce Apóstoles del Cordero” (Ap 21, 14), y en la enseñanza de la Iglesia, que en la Constitución Dogmática Lumen Gentiummanifiesta que “los Obispos han sucedido, por institución divina, a los Apóstoles como Pastores de la Iglesia, de modo que quien los escucha, escucha a Cristo, y quien los desprecia, desprecia a Cristo y a quien le envió”[7].

II
La iglesia catedral; Liturgia y caridad: La iglesia concatedral de la Natividad del Señor y su consagración el 27 de agosto
La caridad de la Iglesia es manifestación del amor trinitario[8], es como su alma (pues su Alma, es el mismo Espíritu Santo) razón por la cual las características que el Señor Jesús quiso para su Iglesia han sido que fuera “pueblo reunido en virtud de la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”[9]. Los invito, a la luz del misterio de Cristo, Pastor y Obispo de las almas (cf. 1 P 2, 25), a la luz de su Transfiguración, a que nos pongamos a disposición en nuestra vida concreta a realizar ese Amor trinitario y misional. No dejemos la misión, los “gestos de misión”, el “estado permanente de misión” y “la dimensión misionera de toda la pastoral” (¡No olvidemos el tríptico de Aparecida, que llevamos a todas las misiones de los jóvenes!). A esto nos han llamado los Obispos de América Latina y el Caribe, guiados por el Papa Benedicto XVI, en la “Misión continental”.
La Misión continental tuvo inicio en nuestra diócesis el 9 de mayo de 2009, día en que hemos celebrado las fiestas patronales diocesanas (sábado posterior a la festividad de la Virgen de Luján) y, como acontecimiento profundamente marcante, la consagración de la diócesis al Sagrado Corazón de Jesús, irradiante de Amor y de Misión.
Nos encontramos muy contentos de la asunción convencida y profunda del espíritu de la misión en los corazones de los sacerdotes, diáconos permanentes, religiosos, religiosas, seminaristas, y laicado. De todo ello, en la Liturgia y en la caridad (también en su dimensión social, o solidaridad) es centro la iglesia catedral; más que una declaración “jurídica” (que también lo es), el declarar “catedral” a una iglesia, significa ser “centro irradiador” de lo anterior.
En ese contexto, este año 2011 la celebración conmemorativa del XXXV aniversario tendrá lugar con motivo de la consagración de la iglesia concatedral de la Natividad del Señor (declarada tal en 2008)y el término de las obras de restauración de dicho templo. Por esta razón, el sábado 27 de agosto, a las 18, presidirá la celebración eucarística el Sr. Nuncio Apostólico, Mons. Adriano Bernardini.Su presencia como representante del Santo Padre Benedicto XVI nos reafirma en la nota de la apostolicidad de la Iglesia y nos moviliza a querer que el Evangelio se conserve siempre íntegro, para lo cual los Apóstoles dejaron como sucesores a los Obispos, confiándoles su propia tarea de enseñar[10], y de santificar y guiar al Pueblo de Dios cum Petro et sub Petro, continuando la labor desarrollada por sus predecesores, con dinamismo misionero[11].
Será la ocasión de dar gracias, gracias porque el Corazón de Jesús recibió nuestra consagración[12], acción de gracias por el camino recorrido desde la creación de la diócesis, lo cual, como toda dimensión humana, posee luces y sombras, pero en la cual la obra poderosa del brazo del Señor se ha manifestado, en la comunión eclesial, en el estado permanente de misión, en los gestos misionales (en especial de parte de la juventud misionera) y en la dimensión misional de toda la pastoral, en la Liturgia, en la catequesis (de la cual los encuentros y congresos catequísticos han sido signo), en la Caritas y la atención a los más necesitados, en Justicia y Paz, en la educación católica, en las vocaciones diversas y complementarias a la vida cristiana, sin dejar de mencionar, con inmensa alegría,el aumento y perseverancia de las vocaciones sacerdotales, que ha llevado a la reapertura del Seminario “San Pedro y San Pablo”.
Por supuesto que siempre hace falta “más”(en el decir de San Ignacio de Loyola), “más”, pero siempre dando gracias al Padre y Señor, por todos los beneficios concedidos, agradeciéndole, con la humildad de saber que nosotros, “todos”, somos simples instrumentos (“Protagonista” como tal, lo es el Espíritu Santo), y es Él, el Padre, quien “en Cristo” da origen, crecimiento, si somos fieles a su don de Amor. Creo que en este sentido de humildad (la cual, para manifestarse auténtica, tiene que ser probada en sufrimiento, en la Cruz madurado) y de acción de gracias, está la base del verdadero sentido de la “comunión orgánica”. Me parece ver en ello la dulce advertencia que nos hiciera el Beato Juan Pablo II cuando estábamos ingresando en el tercer Milenio: “No nos hagamos ilusiones: sin este camino espiritual, de poco servirían los instrumentos externos de la comunión. Se convertirían en medios sin alma, máscaras de comunión más que sus modos de expresión y crecimiento[13].

III
Peregrinar del Pueblo de Dios en nuestra diócesis; no nos cansemos de peregrinar a la Casa del Padre
No quisiera abundar en datos; una carta del Obispo no es un tratado de historia ni de teología pastoral. Recordemos, hagamos “memoria” (como el Pueblo de Israel) de los acontecimientos fundantes. Nuestro primer Obispo diocesano, el llorado Mons. Alfredo Mario Espósito Castro, claretiano, desarrolló su misión como sucesor de los Apóstoles, en razón de la consagración episcopal y mediante la comunión jerárquica, signado en particular por el sufrimiento y la enfermedad; así, unido a la Cruz, fue “principio visible y el garante de la unidad de su Iglesia particular”[14].  La fecha de su consagración episcopal (4 de julio) generó la costumbre que durante años se celebrara “el aniversario de la diócesis” más que el día de su creación por parte del Pontífice (el 21 de abril), en el día de la consagración del primer Obispo y su toma de posesión (por parte del entonces Nuncio Apostólico, Mons. Pío Laghi). Me parece bien, salvo mejor y autorizada opinión, continuar con esta costumbre del 4 de julio; sólo este año nos hemos tomado la licencia de hacerlo en agosto, por la consagración e inauguración de la segunda catedral de la diócesis.
Mons. Alfredo Esposito Castro fue fundador del Seminario “San Pedro y San Pablo”, y  dimitió en 1991 a la cura pastoral de la diócesis por razones serias de salud; luego de diversos destinos, fue acogido en la clínica San Camilo, donde fue cuidado y atendido amorosamente y allí falleció el 1ro. de enero de 2010, habiendo sido celebrada la misa de cuerpo presente en la iglesia catedral de Santa Florentina el día 2, y allí, en la renovada iglesia criptal de Santa Florentina y sus hermanos Obispos Padres de la Iglesia Hispana, en el área tumbal que se creara a tales efectos, espera la resurrección de los muertos, junto al altar del Sagrado Corazón de Jesús.  Su báculo, la mitra de su consagración y una fotografía se hallan en un cofre vidriado sobre su tumba, como perpetuo recuerdo para la piedad de los fieles.
Nuestro segundo Obispo fue Mons. Rafael Eleuterio Rey, quien siendo obispo auxiliar de Mendoza, fue trasladado por el Papa Juan Pablo II a la diócesis el 18 de abril de 1992, donde estuvo a cargo durante catorce años. En febrero de 2006 presento su renuncia a la diócesis por razones de salud. Al Padre de las luces, al Señor de la historia, le agradecemos también por los dones con que lo colmó en su episcopado, y por todo el bien que pudo transmitir al Pueblo de Dios que le fuera confiado.
En cuanto a quien habla, va de suyo que sería inconveniente e imprudente referirme a mi persona. Me permito sólo esto: agradezco al Señor algunos símbolos, como el día de mi nombramiento por parte del Papa Benedicto XVI (curiosamente, el 3 de febrero, el día de San Oscar, Obispo, mi patrono; a quien le pedí protección y ayuda), el acompañamiento de tantos Obispos (27) en la celebración y del Señor Nuncio, así como de tanto clero y sobre todo de tantos, tantos fieles laicos, el día de mi toma de posesión, en la memorablemente calurosa tarde del sábado 18 de febrero, en el curso de la ceremonia que tuvo lugar en la catedral Santa Florentina, tan desbordada que las gentes estuvieron paradas al rayo del sol en el atrio, en la calle y en la plaza (al cabo de estos años: ¡gracias por esa paciencia y ese espíritu de fe!). Recordaré sólo que quise mirar hacia adelante (“veamos esperanza”, les dije) porque las miradas sombrías siempre me parecieron no provenientes del Espíritu, y que pedí ser reafirmado, como nuevo Pastor, en "la continua ‘novedad’ del cristianismo", que radica en ser "acontecimiento de la salvación, que renueva interiormente en Cristo a la humanidad, transformando al ser humano desde su ‘ser interior’ más profundo: el ‘corazón’, entendido éste en sentido bíblico", para lo cual intenté precisar que “para ver esa salvación actuante, para ver al Cristo viviente, es preciso el don de la fe, los ‘ojos de la fe’".
El Señor hace nuevas todas las cosas. Él es el Señor de la historia. Él, y sólo Él, conduce el peregrinar del Pueblo de Dios en esta iglesia particular de Zárate-Campana, y en la Iglesia católica en el Universo. Levantemos el corazón a Él, al Señor de la historia, y veremos las maravillas que Él hace por nosotros.

IV
“Casa y escuela de comunión”: que lo sea de verdad
Nos hemos acostumbrado, quizá demasiado, a los acertados diagnósticos y a las palabras dignas y hermosas. No dejan de ser verdad, todo lo contrario, sólo que han de manifestarse en “vida” y vida en abundancia, pues la comunión eclesial es comunión de vida, de caridad y de verdad[15] y, en cuanto lazo del hombre con Dios, funda “una nueva relación” entre los hombres mismos y manifiesta la naturaleza sacramental de la Iglesia; sin esa “perenne novedad” del Espíritu la Iglesia podría verse menoscabada en su manifestación como  “la casa y la escuela de la comunión” que es, como la definiera Juan Pablo II[16].
El ser humano es proyectual. Nuestro proyecto ha de fundarse en la Eucaristía, sacramento de la comunión eclesial, donde “participando realmente del cuerpo del Señor, somos elevados a la comunión con Él y entre nosotros”[17]. Al mismo tiempo, la Eucaristía es la epifanía de la Iglesia, donde se manifiesta su carácter trinitario.
¿Queremos ahora afianzarnos en un proyecto, en un camino?.Que ese proyecto esté inspirado por el Espíritu y siga las huellas de Cristo. Nuestro Plan Pastoral diocesanohace referencia a un “caminar juntos en Cristo” y parte de la consideración de la  (por entonces) celebración del trigésimo aniversario de la diócesis, con oportunidad de la fiesta patronal del 8 de mayo de 2006: “(…) hemos iniciado un renovado caminar juntos, en pos de la nueva evangelización, nueva en su ardor, nueva en sus métodos y modos de expresión, como lo dijera el Papa Juan Pablo II.  Después del Gran Jubileo por el que entramos en el IIIer. Milenio, como Iglesia particular queremos afianzar su herencia, puesto nuestro corazón en Jesucristo, el que hace nuevas todas las cosas (…). En ese «sentir con la Iglesia» es comprendido este Plan Pastoral (…) Ahora nos toca recoger la herencia jubilar, tomar conciencia de que lo importante no es tanto hacer "programas nuevos", sino vivir la novedad permanente del evangelio.
Creo que es todo un programa; lo que no quita que lo concretemos, en la medida de las necesidades pastorales, más y más. A nosotros la tarea de hacerlo carne. Todo esto queremos hacerlo en fidelidad a la Iglesia, en comunión orgánica dentro de ella, con el Papa, Obispo de Roma y sucesor de San Pedro, el cual "(…) es el principio y fundamento perpetuo y visible de unidad, tanto de los Obispos como de la muchedumbre de los fieles"[18]. 

V
Conclusión: el Rostro de Cristo, su mirada profunda que cala en nuestro interior
Discúlpenme la insistencia, mi deseo no es cansarlos con “ideas de fuerza” de ningún tipo. Persevero en el pedido: contemplemos el Rostro del Señor, sobre todo su mirada, su dulzura, en el Rostro de esa Cabeza coronada de espinas. ¿Por qué contemplarla? (Recordarán, nos lo  preguntábamos en el mismo Plan pastoral). Porque la santidad es la perspectiva en la que debe situarse todo camino pastoral; la santidad de nuestras comunidadeses lo que ha de sostener, recrear y potenciar las actividades propias de la pastoral ordinaria. Es en el seno de la comunidad eclesial (y en la Iglesia particular se dan todas las notas de la Iglesia universal), donde el ser humano recorre su camino de conversión, de liberación del pecado y de crecimiento en la fe, hasta el encuentro con Jesucristo.  Por este motivo, si queremos contribuir en nuestra diócesis a una profunda renovación humana y cristiana, es preciso asumir que no hay “humanidad nueva” si no hay en primer lugar creaturas nuevas, hechas de nuevo (“déjame nacer de nuevo, Señor”, cantamos)con la novedad del bautismo y de la vida según el Evangelio.
Y esto dicho, a comenzar desde el Obispo,que es en su diócesis Vicario[19], aunque indignamente de su parte, del “gran Pastor de las ovejas” (Hb 13, 20), y que, pidiendo por su propia conversión al Señor cada día, ha de manifestar la paternidad de Dios; la bondad, la solicitud, la misericordia, la dulzura y la autoridad moral de Cristo (…) en su índole trinitaria[20],  todos tenemos que poner alma, mente, corazón, sangre y brazos para dar la vida, cada uno según su vocación y elección,  para hacer de todos los seres humanos una sola familia, reconciliada en el amor del Padre; así recibiremos como don en la diócesis (y contribuiremos a la Iglesia universal) la perenne vitalidad del Espíritu Santo, que anima la Iglesia y la sostiene en la humana debilidad, debilidad que deviene fortaleza cuando hunde sus raíces en la misma vida de Cristo, que es toda trinitaria[21].
Convencidos de la fuente de la Gracia, invoquemos la ayuda del Cielo, invoquemos sobre nosotros la Paz, que es un bien tan grande que entre las cosas terrenas nada se desea con mayor ardor, nada se puede tener de más perfecto[22] e imploremos esa Gracia de aquél que es el «Príncipe de la paz»(Is 9,6).
No dejemos de recurrir a la intercesión de María Santísima, aun cuando humanamente se derrumbara toda esperanza (humana); la esperanza teologal abre horizontes infinitos; María “es causa de salvación para todo el género humano”[23], Ella es nuestra Señora, quien desde Luján nos dice: “ora, canta, camina, trabaja, ten esperanza, que mi luz sea tu luz”. La luz de María es la Luz del Rostro de Cristo, Resucitado de entre los muertos. Él hace nuevas todas las cosas.
Con mi afecto y bendición,

+Oscar, obispo de Zárate-Campana
6 de agosto de 2011



notas:
[1]Conc. Ecum. Vat. II, Constitución pastoralGaudium et Spes, n. 42.
[2]San Agustín, De saпct. Virg., 6: PL 40, 399.
[3]Cf San Anselmo, Or., 47: PL 158, 945.
[4]Véase el link en AICA:  http://www.aica.org/
[5]Cf Congregación para los Obispos, Directorio para el Ministerio Pastoral de los Obispos, “ApostolorumSuccessores”, aprobado por el Sumo Pontífice Juan Pablo II durante la audiencia concedida al suscrito Cardenal Prefecto el 24 de enero de 2004 y ordenada su publicación. Roma, desde la sede de la Congregación para los Obispos, el 22 de febrero de 2004, fiesta de la cátedra de San Pedro,n. 7. La Iglesia comunión y misión.
[6]Conc. Ecum. Vat. II, DecretoUnitatisRedintegratio, 15.
[7]Conc. Ecum. Vat. II, Constitución dogmática Lumen Gentium, 20; cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 860-862. Cf también las dos citas escriturísticas que el Directorio de los Obispos hace al respecto: “Yo soy el buen Pastor; y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí” (Jn10, 14). “La muralla de la ciudad se asienta sobre doce piedras,  que llevan los nombres de los doce Apóstoles del Cordero” (Ap21, 14) (Congregación para los Obispos, Directorio para el Ministerio Pastoral de los Obispos, “ApostolorumSuccessores”, aprobado por el Sumo Pontífice Juan Pablo II durante la audiencia concedida al suscrito Cardenal Prefecto el 24 de enero de 2004 y ordenada su publicación. Roma, desde la sede de la Congregación para los Obispos, el 22 de febrero de 2004, fiesta de la cátedra de San Pedro, Capítulo I).
[8]Cf Benedicto XVI, Enc. Deus Caritas est, n. 19.
[9]Conc. Ecum. Vat. II, Constitución dogmática Lumen Gentium, n. 4.
[10]Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Constitución dogmática Dei Verbum, n. 7; Catecismo de la Iglesia Católica, 77-79.
[11]Congregación para los Obispos, Directorio para el Ministerio Pastoral de los Obispos, “ApostolorumSuccessores”, aprobado por el Sumo Pontífice Juan Pablo II durante la audiencia concedida al suscrito Cardenal Prefecto el 24 de enero de 2004 y ordenada su publicación. Roma, desde la sede de la Congregación para los Obispos, el 22 de febrero de 2004, fiesta de la cátedra de San Pedro, Introducción.
[12]Véaseen: http://www.aica.org/
[13]Cf Juan Pablo II, Carta apostólica Novo Millenioineunte, n. 43.
[14]Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Constitución dogmática Lumen Gentium, n. 23.
[15]Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Constitución dogmática Lumen Gentium, n. 9.
[16]Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Novo MillennioIneunte, n. 43.
[17]Conc. Ecum. Vat. II, Constitución SacrosanctumConcilium, n. 47; cf. Constitución dogmática Lumen Gentium, nn. 3; 7; 11; Decreto UnitatisRedintegratio, 2; Juan Pablo II, Carta Encíclica Ecclesia de Eucharistia.
[18]Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. Lumen Gentium, n. 23
[19]Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Constitución dogmática Lumen Gentium, n. 27.
[20]Cf Congregación para los Obispos, Directorio para el Ministerio Pastoral de los Obispos, “ApostolorumSuccessores”, aprobado por el Sumo Pontífice Juan Pablo II durante la audiencia concedida al suscrito Cardenal Prefecto el 24 de enero de 2004 y ordenada su publicación. Roma, desde la sede de la Congregación para los Obispos, el 22 de febrero de 2004, fiesta de la cátedra de San Pedro, I. El Obispo en el Misterio de Cristo, 1. Identidad y misión del Obispo.
[21]Él es el Hijo eterno y unigénito del Padre, desde siempre en su seno (cf. Jn 1, 18), y el ungido con Espíritu Santo, enviado al mundo (cf. Mt 11, 27; Jn 15, 26; 16, 13-14).
[22]Cf San Agustín, De Civ. Dei, 19, 11: PL 41, 637.
[23]San Ireneo de Lyon,Adv. Haer., 3, 22: PG 7, 959.

martes, 2 de agosto de 2011

XXXV Aniversario de nuestra diócesis de Zárate-Campana

ésta noticia puede leerse también en:
Padrenuestro.net 
Aica.org 
La diócesis se halla toda entera consagrada al Sagrado Corazón de Jesús desde el 9 de mayo de 2009 (véase el tema en: http://www.aica.org/)
Nuestra diócesis tiene como Patrona a la Santísima Virgen en su advocación de Nuestra Señora de Luján. Copatrono es San José, cuya imagen (bicentenaria) fue entronizada recientemente en la iglesia catedral de Santa Florentina (donde se encuentra el célebre mural de Raúl Soldi: "Santa Florentina, florece como un lirio").
Nos enorgullece tener en nuestra diócesis templos insignes como son San Antonio de Padua, de San Antonio de Areco (donde se celebró bajo el lema: "San Antonio de Areco, Madre de ciudades", el inicio del Bicentenario de la Nación Argentina) y asimismo Nuestra Señora del Pilar (Pilar), Nuestra Señora del Carmen (Zárate), Santiago Apóstol (Baradero, la jurisdicción parroquial más antigua de la provincia de Buenos Aires, habiendo sido "parroquia de indios"), la Exaltación de la Santa Cruz (en el partido homónimo) y la misma iglesia co-catedral de la Natividad del Señor, en Belén de Escobar.
Estamos muy contentos con el camino recorrido desde la creación de la diócesis, lo cual, como toda dimensión humana, tiene luces y sombras pero en la cual la obra de la Gracia se ha manifestado, en la comunión eclesial, en el estado permanente de misión, en los gestos misionales (en especial de parte de la juventud misionera) y en la dimensión misional de toda la pastoral, en la Liturgia, en la catequesis (de la cual los encuentros y congresos catequísticos han sido signo), en la Caritas y la atención a los más necesitados, en Justicia y Paz, en la educación católica (y la dinamización de las escuelas del Obispado)en las vocaciones diversas y complementarias a la vida cristiana, sin dejar de mencionar el aumento y perseverancia de las vocaciones sacerdotales, que ha llevado a la reapertura del Seminario “San Pedro y San Pablo” y a la Escuela de Ministerios.  Por supuesto que siempre hace falta “más” (en el decir de San Ignacio de Loyola), más, pero siempre dando gracias al Señor por todos los beneficios concedidos, y con la humildad de saber que es Él quien da el crecimiento, si somos fieles a su don de Amor.
Desde la perspectiva geográfica y geopolítica se halla ubicada, como sabemos, en el llamado “corredor Norte” de la Provincia de Buenos Aires, Argentina, pertenecen a ella los partidos o circunscripciones civiles que jalonan el “ramal Escobar-Campana-Zárate” (a Rosario) de la Autopista Panamericana, a saber: Escobar, Campana, Zárate y Baradero, y los partidos o circunscripciones que jalonan el ramal “Pilar” de la citada Autopista, a saber, el mismo Pilar (parte de Del Viso y Tortuguitas pertenecen a Zárate-Campana, la mayor parte a la diócesis de San Miguel), Exaltación de la Cruz y San Antonio de Areco. Varios de los “partidos” cuentan en su interior con diversas “ciudades” declaradas tales legalmente.
El primer Obispo diocesano fue Mons. Alfredo Mario Espósito Castro, claretiano, elegido obispo por el Papa Pablo VI el 21 de Abril, quien recibió su consagración episcopal (de manos del Sr. Nuncio Apostólico Pío Laghi) en la iglesia de Santa Florentina y tomó posesión ese mismo día de la flamante sede episcopal,  el 4 de julio de 1976. Al punto que se hizo costumbre que durante años se celebrara “el aniversario de la diócesis” más que el día de su creación por parte del Pontífice, el día de la consagración del primer Obispo y su toma de posesión. Mons. Alfredo Esposito Castro, fundador del Seminario “San Pedro y San Pablo” dimitió en 1991 a la cura pastoral de la diócesis por razones serias de salud; luego de diversos destinos, fue acogido en la clínica San Camilo, donde fue cuidado y atendido y allí falleció el 1ro. de enero de 2010, habiendo sido celebrada la misa de cuerpo presente en la iglesia catedral de Santa Florentina el día 2, y allí, en la renovada iglesia criptal, en el área tumbal que se creara a tales efectos, espera la resurrección de los muertos, junto al altar del Sagrado Corazón de Jesús.
El segundo Obispo fue Mons. Rafael Eleuterio Rey, quien siendo obispo auxiliar de Mendoza, fue trasladado por el Papa Juan Pablo II a la diócesis el 18 de abril de 1992, donde estuvo a cargo durante catorce años. En febrero de 2006 presento su renuncia a la diócesis por razones de salud, el papa Benedicto XVI se la aceptó el 3 de febrero del mismo año, y ese día nombró al nuestro actual Obispo, Mons. Oscar Sarlinga.
En la tarde del sábado 18 de febrero, en el curso de una celebración eucarística que tuvo lugar en la Catedral Santa Florentina, nuestro Obispo Oscar fue puesto en posesión de la diócesis. Recordamos que en sus palabras alusivas, al término de la ceremonia de toma de posesión, Mons. Oscar quiso  referirse a "la continua ‘novedad’ del cristianismo", que radica en ser "acontecimiento de la salvación, que renueva interiormente en Cristo a la humanidad, transformando al ser humano desde su ‘ser interior’ más profundo: el ‘corazón’, entendido éste en sentido bíblico", para lo cual intenté precisar que “para ver esa salvación actuante, para ver al Cristo viviente, es preciso el don de la fe, los ‘ojos de la fe’", siendo esta misma fe la  "puerta", pues "siendo ella misma un don de Dios, es ‘puerta’ de las virtudes, de los dones del Espíritu y de las gracias, también de la gracia de la sanación, en especial de la sanación espiritual, tan fundamental",  nos dijo entonces. En cierto sentido, y sin quererlo, fue como urograma”.
Expresó también que "todo plan de vida cristiana y también todo proyecto pastoral y evangelizador han de partir de la contemplación del rostro de Jesús y de la conversión del corazón, para así obrar una misión evangelizadora que llegue a todos sin excepción, preferencialmente a la ‘oveja perdida’ de la que habla el Evangelio", refiriéndose, según dijo, "a una acción evangelizadora que trasunte amor por la Verdad, inmenso afecto por todos los seres humanos, con apertura, respeto y convicción espiritual".
(Para quien desee rememorar esas palabras, véase, en todo caso, el link en http://www.aica.org/)
Nuestro Plan Pastoral diocesano hace referencia a un “caminar juntos en Cristo” y parte de la consideración de la celebración del trigésimo aniversario de la diócesis, con oportunidad de la fiesta patronal del 8 de mayo de 2006: “(…) hemos iniciado un renovado caminar juntos, en pos de la nueva evangelización, nueva en su ardor, nueva en sus métodos y modos de expresión, como lo dijera el Papa Juan Pablo II.Después del Gran Jubileo por el que entramos en el IIIer. Milenio, como Iglesia particular queremos afianzar su herencia, puesto nuestro corazón en Jesucristo, el que hace nuevas todas las cosas (a cuyo Corazón hemos consagrado la diócesis el 9 de mayo de 2009 en la iglesia co-catedral de Belén de Escobar). En ese «sentir con la Iglesia» es comprendido este Plan Pastoral, conscientes de la esencial necesidad, sobre todo, de vivir más y mejor el Evangelio de Jesucristo, como nos refiere el Papa Benedicto XVI: "Ahora nos toca recoger la herencia jubilar, tomar conciencia de que lo importante no es tanto hacer "programas nuevos", sino vivir la novedad permanente del evangelio...".
Todo esto queremos hacerlo en fidelidad a la Iglesia, en comunión orgánica dentro de ella, con el Papa, Obispo de Roma y sucesor de San Pedro, el cual "(…) es el principio y fundamento perpetuo y visible de unidad, tanto de los Obispos como de la muchedumbre de los fieles"(Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. Lumen gentium, 23). Así, a la luz de las enseñanzas de la Iglesia, con el discernimiento del Obispo, y siguiendo el principio de participación y subsidiariedad, como Iglesia particular que somos hemos efectuado una amplia consulta a los distintos organismos diocesanos (consejo episcopal, colegio de consultores, consejo presbiteral, consejo pastoral), a los decanatos, a las parroquias, al clero, religiosos, religiosas y laicado, de resultas de lo cual hemos recibido innumerables aportes reveladores de consensos eclesiales profundos, sobre la base de los cuales se elaboraron esquemas puestos a revisión de los decanatos, parroquias y organismos, los cuales en su redacción final dan lugar al presente Plan. Los decanatos pusieron en movimiento los mecanismos de consulta y participación en las parroquias, en los movimientos y asociaciones de fieles.
En este XXXV aniversario se hace más y más necesario el fortalecer la comunión de la Iglesia en nuestra Iglesia particular a fines de recibir un impulso nuevo, capaz de crear tiempos nuevos de evangelización, en una Iglesia particular que quiere arraigarse todavía más en la fuerza profética y poder perennes de Pentecostés, procurando ser cada día más como «un solo corazón y una sola alma» (Hech. 4, 32), pues tenemos por delante la apasionante tarea de hacer renacer el celo evangelizador, en el horizonte exigente y comprometido de la pastoral ordinaria. Este acento que acaba de ser mencionado significa que cada uno ha de desarrollar su misión de un modo armónico e integrado en el Plan pastoral de la diócesis, el cual surge de un camino de variada participación: precisamente, es la llamada pastoral orgánica.
En este sentido, el Documento de Aparecida nos lleva a ver en dicha pastoral orgánica una dimensión discipular: "Una dimensión constitutiva del acontecimiento cristiano es la pertenencia a una comunidad concreta, en la que podamos vivir una experiencia permanente de discipulado y comunión con los sucesores de los Apóstoles y con el Papa".
De todo ello, la Eucaristía es la plenitud. El mismo Señor dijo: "Yo soy el pan de la Vida" (Jn 6, 35). Y Eucaristía dice relación estrecha con caridad, vida cristiana efectivamente vivida, en lo personal y como Iglesia. Nuestro Papa Benedicto XVI, en «Sacramentumcaritatis», hizo esa relación fundamental: "Deseo relacionar la presente exhortación con mi primera carta encíclica Deus caritas est".
Es por ello que, como Iglesia particular de Zárate-Campana, en el mismo Plan Pastoral hemos partido de la contemplación del Rostro de Jesús. ¿Por qué contemplar?, podría preguntársenos. ¿Qué tiene que ver con un Plan Pastoral?. Lo tiene, y en medida principal, porque, como nos lo expresara Juan Pablo II, "(…) la santidad es la perspectiva en la que debe situarse todo camino pastoral (…) la santidad de nuestras comunidades… es lo que ha de sostener, recrear y potenciar las actividades propias de la pastoral ordinaria". Es en el seno de la comunidad eclesial (y en la Iglesia particular se dan todas las notas de la Iglesia universal), donde el ser humano recorre su camino de conversión, de liberación del pecado y de crecimiento en la fe, hasta el encuentro con Jesucristo.Por este motivo, si queremos contribuir en nuestra diócesis a una profunda renovación humana y cristiana, es preciso asumir que "(…) no hay humanidad nueva si no hay en primer lugar hombres nuevos con la novedad del bautismo y de la vida según el Evangelio. La finalidad de la evangelización es por consiguiente este cambio interior y, si hubiera que resumirlo en una palabra, lo mejor sería decir que la Iglesia evangeliza cuando, por la sola fuerza divina del Mensaje que proclama, trata de convertir al mismo tiempo la conciencia personal y colectiva de los hombres, la actividad en la que ellos están comprometidos, su vida y ambiente concretos"(Evangeliinuntiandi).
Con ese fin que menciona la Evangeliinuntiandi hemos querido llegar a todos, también a las comunidades de inmigrantes, en especial a aquellos que más recientemente han llegado, como las comunidades de paraguayos y de bolivianos. En especial la ciudad de Escobar “ciudad de inmigración” ha sido sede de encuentros, y cuenta con la imagen de Nuestra Señora de los Buenos Aires, patrona de los navegantes y de los migrantes e itinerantes.
Feliz aniversario a nuestra querida diócesis.